El futuro escritor al parecer no vivió una infancia serena o ideal:
peleas permanentes entre sus padres y su más que evidente
separación, marcaron la vida de Musil hacia una conducta no
necesariamente ensimismada, pero sí atenta para observar y
cuestionar las diversas situaciones tempestuosas que le tocaba ver y
vivir.
Fue a instancias suyas y de su madre que su padre cedió a que el
joven se matriculara en 1894 en una escuela militar con el afán de
llegar a ser aspirante a oficial: la Oberrealschule
de Mährisch-Weisskirchen en Moravia. La permanencia de Musil en esta
institución lo marcaría lo suficiente como para escribir, unos
cuantos años después, la que sería su primera y exitosa novela:
Las tribulaciones del estudiante Törless. Pero después de
tres años, los entusiasmos de Musil habían mudado y de la esfera
militar, sus intereses lo llevaron al estudio de la matemática y la
ingeniería. Así, con 17 años entra a la Technische Hochschule de
Brno desde donde, posteriormente, se dirigiría hacia Berlín para
continuar sus estudios de doctorado que al final, no concluye. Es en
este periodo de búsqueda personal que Musil comienza la escritura de
sus Diarios y donde revelaría un interés inusitado por el
sexo, un interés en todo caso, altamente reflexivo y crítico, cuyo
centro radicaba en el rechazo que le causaba el fuerte clasismo que
imbuía las relaciones de los jóvenes acomodados como él que
buscaban su satisfacción en vincularse con prostitutas o con mujeres
de menor condición social, ya sea sirvientas o campesinas. De aquel
modo y para escándalo de su familia, se embarcó en una relación
con una muchacha checa llamada Herma Dietz que trabajaba en casa de
su abuela y con quien Musil vivió en Brno y, posteriormente, en
Berlín.
Por otro lado, en esos mismos años, Musil se percató que su
educación militar y técnica eran muy limitadas y se puso como
propósito, llenar las serias lagunas de su formación. De aquella
manera, entre 1898 y 1902, nuestro escritor se entregó de lleno a
una intensa aventura intelectual, aventura con la que superó con
creces a sus antiguos condiscípulos y amigos: leyó concienzudamente
a Kant y Schopenhauer, a Nietzsche y a Maeterlinck, asistió a
conciertos y conferencias, se interesó en la literatura francesa e
inglesa, le causó profunda curiosidad la economía política y el
naciente psicoanálisis, pero sobre todo, se percató que las
matemáticas y la ingeniería no eran su verdadera pasión: le
aburrían cada vez más. De todo ello deriva una nueva modificación
en su vida; la decisión de escribir y el cambio de ambiente
intelectual. Así, en 1903, pone manos a la obra a su novela Las
tribulaciones del estudiante Törless y decide radicarse en
Berlín para estudiar filosofía y psicología.
Con la publicación exitosa de su primera novela en 1906 y la
obtención de su doctorado en 1908, la vida de Musil se abre hacia
nuevos horizontes: renuncia a llevar una vida académica, se separa
de Herma y se vincula con Martha Marcovaldi –una mujer de origen
judío, siete años mayor que él e intelectualmente vivaz,
autodidacta y feminista- como asimismo acepta un modesto puesto de
bibliotecario en el Instituto Superior Técnico de Viena.
El trabajo de Musil como bibliotecario, le permite a él y su pareja,
un pasar económico modesto, pero con grandes posibilidades de tener
suficiente tiempo libre para desarrollar sus diversos proyectos
literarios. De aquella manera, publica en 1911, el volumen de novelas
cortas Uniones y dicta una serie de conferencias y colabora en
la prensa escrita de habla alemana. Durante la Primera Guerra
Mundial, Musil que en un primer momento apoyó la causa austriaca,
sirviendo como oficial en el frente italiano, bosqueja no menos de 20
obras nuevas, entre ellas un ciclo de novelas satíricas. Pero su
enfermiza obsesión por la perfección, hace que muchas de esas obras
no superen el estado de bosquejo.
En 1921 publica Los visionarios y en 1924, la colección de
cuentos Tres mujeres. Posteriormente, a mediados de la década
de los 20, Musil es elegido vicepresidente de la Asociación de
Escritores Alemanes y si bien, sus libros no eran tan cotizados por
los lectores como las obras de Thomas Mann o Hermann Hesse, su lugar
en el mapa literario austro-alemán estaba plenamente identificado,
considerándosele en esta época, uno de los más relevantes
escritores de expresión alemana de Centroeuropa.
Es en estos años donde Musil concibe la que será su inacabada obra
maestra: El hombre sin atributos; un proyecto casi infinito en
que el escritor se proponía retratar de modo satírico la opulenta
sociedad vienesa de antes de 1914. La intención de la novela, según
Musil, era ofrecer una visión grotesca de Austria y de la
vida del hombre occidental en vísperas de la Primera Guerra Mundial.
Gracias al apoyo financiero de sus editores y de un reducido círculo
de admiradores fieles, Musil se entregó a la escritura de lo que
sería su última novela.
En 1930 se publicó el primer tomo y tuvo una acogida más que
favorable en los círculos literarios de Alemania y Austria. Pero de
ahí en adelante fue cada vez más difícil seguir con la escritura
de la novela. En 1933, a instancias de sus editores, se publicó un
segundo volumen, pero Musil ya preveía o sospechaba que sería casi
imposible concluir la novela tal como ésta se iba desarrollando.
Pero más terrible aún que el exilio forzoso, resultó ser la casi
absoluta indiferencia del mundillo literario suizo para con la obra y
la persona de Musil: él y su esposa tuvieron que sobrevivir con
serias estrecheces, pidiendo limosna por trabajos literarios que muy
pocos estaban dispuestos a leer y menos a distribuir o comentar. Para
colmo de males, la escritura de El hombre sin atributos se
estancó definitivamente. En medio de la pobreza más abyecta y sin
ningún editor, amigo o intelectual cercano, salvo su esposa, Robert
Musil falleció en Ginebra de un ataque al corazón, el 15 de abril
de 1942. Su viuda se encargaría de organizar e ir publicando de
forma paulatina su legado, un legado que, apenas terminada la Segunda
Guerra Mundial, muy pocos editores se dispusieron a publicar, siendo
ella misma con su escaso dinero, la encargada de hacer públicos los
extensos textos inéditos de su genial marido: conferencias, cartas,
diarios, notas, bosquejos, ensayos y los fragmentos inacabados de su
última gran novela.
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