Claudia
Masin nacida en 1972 es una poeta argentina que ha venido publicando
desde fines de los años 90, una serie de libros de poesía que le
han valido un reconocimiento no sólo en su país natal, sino también
en Hispanoamérica y España donde en 2002 obtuvo con su libro La
vista, el premio Casa de
América.
Asimismo varios de sus poemas han sido traducidos al francés, inglés
y portugués cosa que
muestra la paulatina y justa difusión de su obra más allá de las
fronteras lingüísticas de nuestro idioma. Es
desde esta perspectiva
donde se puede apreciar la publicación a fines de 2015 en la
editorial bonaerense Viajero Insomne del volumen que es motivo de
esta nota: la antología La materia sensible, libro que hace
un recorrido generoso por más de 18 años de poesía diseminada en 9
libros y que dejan entrever una sensibilidad imaginativa que hace de
su fuerza lírica, un discurso que no teme abordar los más variados
hitos de la experiencia como una verdadera radiografía interior.
Esos hitos -el recuerdo de infancia, las presencias evocadas en esas
palabras que asoman en una empatía serena y mágica para con
nuestros sentidos, las imágenes de la más concentrada subjetividad
ya sea invitándonos a la reflexión o abismándonos hacia la sima
cavilosa de un desasosiego intenso- son eslabones de una cadena de
afectos, pero también episodios de una constante rebelión, tal como
apunta Masin en su nota introductoria al presente volumen: “(…)
una desobediencia que nos permite rechazar el discurso adulto,
patriarcal, blanco, el discurso de la normalidad (…) y abrazar el
habla, la sensibilidad de la infancia antes de que seamos sometidos
al proceso de embrutecimiento y desensibilización que nos permite
adaptarnos al mundo”. Será de esta manera que para Masin, la
poesía no es una mera adaptación al mundo que experienciamos y que
desembocaría en una superficial satisfacción de asombro, sino que
se trataría de hacerlo explotar hasta sus cimientos más recónditos,
hasta sus entrañas más secretas, en donde las palabras no develan
sino esas pasiones íntimas que se ocultan en el fondo de las cosas,
en la sima abismante de cada cosa. Porque no se trata de intercambiar
al mundo por poesía con sus contradicciones irresolubles en una acto
de ingenuidad, sino que se trata de buscar el modo más pertinente y
claro para poder sobrevivir entre las ruinas de la experiencia que,
el lenguaje, asumido como esclarecimiento de sí mismo, hace de
ellas, en tanto que conforman una verdadera costra de pasiones
tristes y que más que consolarnos, nos hacen olvidar nuestra
mismidad acosada por el desamparo y la finitud. Así, la poesía se
plantea como una tarea fundamental, no de mera rememorización, sino
de férrea auscultación, de perforación geológica sobre las capas
del lenguaje sancionadas por el uso y que predisponen a las palabras
hacia una resonancia no feliz de significados, tal vez obvios, pero
superficiales y en absoluto decisivos. Es tal vez por eso que entre
los títulos que reúne esta antología, resalten aquellos poemas que
advierten una acción de profundización, de verdadera introspección,
no tanto hacia el ámbito subjetivo de los sentires tan a la mano en
un romanticismo mal entendido, sino más bien, hacia una verdadera
fenomenología que inspecciona y describe lo que está en nosotros y
que nos conduce a relacionarnos con las cosas y sus nombres de otra
manera, de otra forma. Una poesía del reconocimiento y de la
exploración, del viaje hacia abajo y de la auscultación memoriosa.
En poemas tales como Geología, Grafito, Poligrafía
o Resistencia por ejemplo,
se puede apreciar cómo Masin lleva a cabo esa exploración,
utilizando imágenes y palabras del mundo de las ciencias de la
geología. Pero no se trata de “poetizar” un pretendido lenguaje
científico o de hacer neologismos ingenuos como a veces encontramos
en esa poesía de afán exploratorio de un Lugones o un Girondo, sino
que acá, el sujeto que enuncia se asume como un niño que juega con
las palabras en el uso impertinente de ellas mismas, estableciendo
así, una especie de mecanismo que posee por partida doble tanto un
entendimiento de sus consecuencias, como por otro la innovación
lúdica del tropo. De aquella forma, esta poesía, por un lado
“juega” y por otro lado, establece una relación inédita y por
ende crítica con la realidad que funda al esclarecerla en el acto de
decir, acto que implica tanto asombro como simultáneamente un
retorno hacia una atmósfera prístina de maravillamiento. Como dice
en el poema Geología: “De pequeña/ probablemente pensara
que la geología/era la ciencia que enseñaba a vivir en la tierra./
Geo, tierra, logía, ciencia. Era razonable,/y desde
entonces Yo voy a ser geóloga/cuando sea
grande, informaba/ como quien dice voy a averiguar sola/
lo que nadie me sabe contar,/ voy a clasificar todos los
géneros/ de dolor que conozco como si fueran piedras (...)”
Pero
ciertamente los recursos de esta poesía se amplían desde esta base
conceptual hacia universos que abarcan tanto los fragmentos de la
sensibilidad explorada, como los recodos del discurso cultural que se
asume como parte fidedigna de esa misma sensibilidad. Será de
aquella manera que se establece una singular asociación entre poemas
que dan cuenta de recuerdos de infancia o que proyectan las
repercusiones de experiencias vitales de alta densidad -la muerte de
un ser querido, la huida de lugares o sitios irrecuperables de una
geografía tanto real como simbólica- como su intenso correlato en
otros poemas que recrean a modo de fogonazo, siluetas sugestivas de
films de Fasbinder o Tarkovski. Es así, por ejemplo que poemas como
Paris/Texas o Una película de amor, no recrean tanto
la narrativa de un cuerpo de imágenes rememoradas, sino más bien,
sirven de referencia para hacer una exploración abisal en la
conciencia misma del sujeto que va enunciando los avatares que le
acaecen verso tras verso. Del último poema citado, estos versos me
parecen reveladores: “(…) Quizás la intimidad entre dos personas
dura/ lo que dura ese momento en que sabemos/ de los cuerpos y las
cosas que otro amó/(...)”. Es como si esta poesía, tan cercana a
los cuerpos materiales e imaginados, se viera en la necesidad de
cerciorar una y otra vez el talante despojado de su propio encanto.
En ese sentido, no deja de ser interesante que ello se logre con una
dicción que no se adentra en aventuras formales innecesarias: verso
libre, poema en prosa, verso blanco sin rima, versificación que no
rehuye el ritmo del pensamiento en lo que significa desbordar desde
el verso hacia el versículo, borrando seductoramente toda frontera
con la prosa. De aquella manera, la voluntad formal de Masin está al
servicio de la expresión, donde más que encadenarnos con el embrujo
metafórico de lo extraordinario, se nos invita a una consideración
sosegada y serena del fraseo verbal: una poesía carente de
aspavientos, una poesía que no teme las palabras comunes o hasta
mínimas, como también se aleja de las altisonantes o chillonas, una
poesía que huye de la paráfrasis como de la peste -pues nos delata
en aquel gesto una profunda vaciedad de aquellos que aman la
grandilocuencia- y que hace de la búsqueda de la palabra justa su
necesidad interior y, por ende, artística. Una poesía que asume lo
político desde la comprensión de algo otro que radica en nuestra
hondura subjetiva, más allá de cualquier consigna reivindicatoria,
tan a la moda. Para esta poesía, nada puede ser contemplado con
indiferencia, pues a descubierto que es un lente necesario para ver
las cosas del mundo tal como son, no en su vociferante hipérbole o
en su seducción espectacular. Esto, quizás, hace pensar que una
poesía como la de Masin es una llamada profunda y vasta para
recuperar lo sensible de las cosas y de la experiencia. Sensibilidad
que implica adentrarse en un gesto compasivo por los seres y enseres
que hacen del mundo algo más que una mera imagen.
Me gustan los poemas de ella, la leí una vez en una antología. Buena reseña, pero se hubiera agradecido poder contratar lo que dices con algún texto de Masín. ¿Subirías alguno? Abrazos, Xtián
ResponderEliminarHola muchacho, gracias por darte vuelta por acá, aún...ja, ja, ja. LO que pasa es que esta reseña me fue pedida por una revista y la extensión era muy acotada. Todavía no aprendo el arte de moverme en espacios reducidos. Pero claro, al texto le faltan poemas para "ejemplificar" la cháchara. Abrazos
EliminarAntes podía subir comentarios como baudelaire3, ahora no :)
ResponderEliminarAbrazos, Xtián (CGO)
Y entonces..., súbete algunos!!!! Abrazos, Xtián (el lector más fiel)
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