domingo, 17 de junio de 2018

Narciso


 



 

Mi rostro no es mi rostro
cuando palpo en la mirada
lo que esa misma mirada difumina:
la soledad que va escrita
en cada intersticio de la llamada realidad;
esa grieta que mis manos
tocan con ceguera y sin sentido
como la repetición del odio
dibujado en cada gesto,
en la imaginación del goce
cuando viene la mudez
y es la incertidumbre de aquello
que soy más allá de la sorpresa.

Mi rostro no es mi rostro
sino el beso ceniciento de una palabra vacía,
una palabra que me fue musitada
cuando ignoraba mi propia niñez,
una palabra que emerge del olvido
y que nace de la afasia,
una palabra que traiciona mis lágrimas
cuando palpo en la mirada
lo que esa misma mirada difumina:
la opacidad de la piedra, mi nombre silenciado.

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