Estamos rodeados de voces que nunca conocimos. Sin saberlo, ellas nos configuran, ellas nos dicen, ellas nos plantean la pregunta para entrar en la encrucijada del sentido o del tiempo. Hugo Zambelli es una de esas voces. Nunca será una voz que balbucee la mayoría: su nombre irá a ratos inquietando a unos y a otros, a esos pocos que leen bajo el agua en búsqueda de ese extrañamiento que no se vocifera ni se proclama, ese extrañamiento que nos hace percatarnos cuán anónimos somos en este espacio como un pequeño grano de sal, ajeno a toda presunción u orgullo pasajero. Vaya aquí este breve texto sobre Hugo Zambelli y un puñado de poemas. Espero que no te defraude amigo lector.
Ser uno en la obra. Volverse ella misma en sus pasadizos opalinos, en sus claroscuros que fungen de modo casi perfecto una ausencia al parecer siempre deseada. Convertirse en cada una de las palabras acogidas con la precisión abrumadora que significa el despojamiento: el de la vida, el del rostro, el de la biografía. Y saber que después de todo vendaval, de toda historia quedan jirones, escombros, restos de escritura diseminados en la inmensidad de una memoria maltrecha, en páginas de olvido, en alusiones secretas que alimentan una presencia que se adelanta a toda conjetura.
En los poetas de Valparaíso parece que se cumple este designio que no teme el maridaje con el silenciamiento biográfico y cuya actitud fundamental es una entrega a la escritura con una pasión poco común: Juan Luis Martínez, Ennio Moltedo, Rubén Jacob, Eduardo Correa, Ximena Rivera son quizás jalones de una urdimbre que articula un sentido que no proviene del reconocimiento otorgado por el establishment literario, sino por una actitud ante el lenguaje, ante las palabras, ante las cosas, ante la página en blanco. Para nosotros, lectores –simples lectores- se nos vuelven desconocidos sus noches afiebradas, sus sacrificios interiores, sus secretas epifanías. Pues en aquel desconocimiento toda una poética silente se dibuja en el despojamiento biográfico y todo un universo de imágenes y palabras se trasluce de sus poemas, de sus tejidos inhallables de voz e incertidumbre.
Ciertamente Hugo Zambelli es parte de esta cofradía que se arma década tras década, año tras año, sin publicidad, sin premios, sin nada., sólo con la necesidad imperiosa de buscar una promesa que se difumina en su mismo decir. Poeta de una obra breve –no más de cinco libros en cerca de 40 años, hoy por hoy, inexistentes- y espaciada en su geografía y en su temporalidad, logra apariciones breves, casi fantasmales en antologías, en remembranzas fugaces, en escrituras de otros o sobre otros. Su antología 13 poetas chilenos de 1948, sin duda es uno de esos ejemplos que se vuelcan irónicos, pero no menos productivos en torno suyo. Porque esa antología que reúne poemas de un también fantasmal Gustavo Ossorio, como asimismo los primeros antipoemas de Nicanor Parra antes que éste publicara su referencial libro de 1954 o la primera edición de Definición y pérdida de la persona de Eduardo Anguita, marca época, apunta vigoroso a un horizonte que se desplegará inexorable y se convierte en un testimonio más de la pasión por la poesía, menos del encumbramiento personal.
Alumno y posterior amigo de Gonzalo Rojas y Alfredo Lefebvre en el Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso, Zambelli lee, escribe, corrige, traduce, vive. Sus viajes a Europa en los años 50 e inicios de los años 60 le entregan conocimiento, pero también experiencia, lecturas imprescindibles –Quasimodo, Ungaretti, Eliot, Valverde- y la conciencia de ser poeta ajeno a cualquier grandilocuencia, ajeno a toda tempestad de fácil enaltecimiento. La lectura de Dante lo convence: renuncia al verso libre y se entrega a endecasílabos y heptasílabos: difícil tarea donde, este poeta, enamorado de la forma, no transa con la emocionalidad fútil, tampoco con el anquilosamiento verbal de querer buscar sólo “tradición”. No, en absoluto: Zambelli poeta de las aventuras del orden sigiloso. Su correspondencia- inédita- con Nicanor Parra, Gonzalo Rojas, Alone, Jorge Millas, González Vera y otros, muestra al poeta entregado a su mundo, a sus obsesiones, a la cotidianidad repetitiva de los ritmos interiores. Así, sabedor de la trama en que se va configurando la poesía chilena de un siglo XX en fuga, Zambelli es testigo y lector, severo consigo mismo: rehúsa, no cede; en su enclaustramiento porteño de rutina a lo Montale, día y noche pasan en su entorno como las estaciones circulares de un tiempo que transcurre entre lectura y lectura, entre conversación y conversación, entre recuerdos de una vida ya vivida en pos del entusiasmo secreto que es la poesía. “Soy un mal gestor de mis obras”, dirá. De eso no cabe duda. Como de tantos otros, poco podemos agregar sobre su vida. Fallece en Valparaíso en 2002.
Bibliografía:
- 13 poetas chilenos, antología, Valparaíso, 1948.
- Poesías, París, 1951.
- Cantos, Roma, 1952.
- Vida, tan prodigiosa, Madrid, 1961.
- Temporal, Santiago de Chile, 1962.
- De la mano del tiempo, Valparaíso, 1978.
Poemas:
Pero después de todo,
callejón sin salida.
He vivido esperando
-huidiza la corriente- nada, nadie.
¿El reino del poeta
es sólo de este mundo?
Mas resta breve vida por delante.
Y si nadie responde mi pregunta,
continuaré marcando equivocado.
Inaccesible el cielo para el ojo,
hondura de las madres.
El castillo de naipes se derrumba,
pues Dios nunca responde
mientras el río pasa.
Un mundo tuyo y mío
Un mundo tuyo y mío sólo existe
en el tiempo remoto.
La vez que yo y tú fuimos Adán y Eva.
Lejos del Paraíso
aún tu voz me cautiva.
Hoy junto al árbol del bien y del mal
las manzanas mordidas
se pudren en la tierra.
Nunca será lo mismo la condena.
aún tu voz me cautiva.
Hoy junto al árbol del bien y del mal
las manzanas mordidas
se pudren en la tierra.
Nunca será lo mismo la condena.
Evoco otros designios
Evoco otros designios
esfuerzos indecisos, circunstancias.
Lo que luego vendrá será lo mismo:
ocasiones perdidas,
inútiles engaños.
Mucho tiempo ha pasado,
es tarde para el sueño
de un hombre que esperaba en este mundo
la tierra prometida y no el desierto
con la sed que enceguece.
Vagaré en medio de otra noche
Vagaré en medio de otra noche oscura.
Por siempre a mi vigilia
acogerá el silencio,
esta espera de ser en soledad
cuando el cielo en su gloria
se transforma en divina indiferencia.
Así persistes vida
adentro del deseo
donde el infierno existe.
Que contemporáneos sus poemas, parecieran ser publicados recientemente. Desde mi ignoracia valoro el afán de apreciar a aquellos que han aportado con una obra que está más allá de la difusión de moda
ResponderEliminarPaulo Herrera Peñaloza