jueves, 31 de enero de 2013

El arte de la música: entrevista a Ringo Starr


Hace cerca de un año, el blog Descontexto publicó esta “entrevista” a Ringo Starr. No está de más decir que me fascinó. Y ahora, llevado por el gusto de leerla otra vez y compartirla con los lectores de mi blog es que la reproduzco acá. Que no se extrañen si acaso desentona con la línea editorial que he seguido hasta ahora. Pero soy un admirador confeso de The Beatles y varios otros grupos. Si podemos escuchar con admiración a Pierre Boulez, György Ligeti o Wolfgang Rihm, como a The Cure, Pink Floyd, Led Zeppelin y otros, ¿por qué no publicar algo sobre el genial baterista de Liverpool?

Dennis Diken (de The Smithereens): ¿Cuáles fueron tus héroes de la batería?¿Hay algún disco o algún baterista que veas como tus principales inspiraciones?
Todos los que me conocen saben que menciono a Cozy Cole. El hizo el disco Topsy (Love, 1958), que es el único disco de batería que he comprado en mi vida. Y Gene Krupa. No puedo olvidarme de él. Me encanta verlo en el cine. ¡Y Al Jackson, por supuesto! Y todos los grandes discos que ha hecho. Así que son tres. Pero nunca compraba los discos por la batería, compraba el disco por el disco, por el sonido de toda la obra en conjunto. Creo que así es como toco. Toco con la canción, con el tema, y toco con los otros músicos. Y no compro los discos por los solos de batería, aunque por lo que a mí respecta, John Bonham ha hecho probablemente el único bueno. Y lo tocaba con las manos (risas).

Tommy Lee (de Mötley Crue): ¿Qué batería usaste en el White Album (Capitol 1968)?
En el White Album, bueno... todas las baterías eran Ludwig. La primera Ludwig que tuve, en 1963, era americana y eso me fascinaba, así que seguí usándolas. Me encanta el sonido de Ludwig. Es cierto que una vez a causa de una frustración cambié de fabricante pero no funcionó. Ludwig es mi batería.

Denny Seiwel (de Wings): Cuando entrabas en el estudio y te sentabas a la batería para empezar a grabar, ¿cuál era tu proceso de afinación y amortiguación para conseguir ese increíble sonido que siempre tenías?
La amortiguación en los tiempos de The Beatles eran paquetes de cigarrillos y paños de cocina. Los parches superiores siempre estaban muy bien amortiguados y creo que eso le daba un toque más grave a mi sonido. Por supuesto, en la caja era genial y en los timbales también. A los timbales les daba más profundidad. Pero no había más que paños de cocina y paquetes de cigarrillos.

¿Por qué elegiste los platos que usabas? ¿Fue porque habías escuchado algún otro disco cuyo sonido te gustaba mucho o fue simplemente por como pensabas que debían sonar los platos para tu estilo de música?
Usé los mismos platos en, probablemente, el 99% de los temas de The Beatles. Tenía un platillo ride que empezaba a agrietarse alrededor de la campana y Jim Keltner taladró dos agujeros para evitar que la grieta siguiera alrededor de la campana y se rompiera. Pero de todas formas lo retiró y lo tengo en la pared de una habitación de la casa. Se llama "El platillo de la casa". Así que los platos solían ser siempre los mismos.

Charlie Benante (de Anthrax): He leído que crees que Rain fue tu mejor interpretación. ¿Podrías decirnos por qué?
Nunca he dicho que esa fuera mi mejor interpretación. Sólo he dicho que creía que en aquel momento, con Rain tocaba de forma diferente a como lo había hecho antes. Había muchos más rellenos rápidos, lo cual es diferente para mí porque mi estilo suele ser tocar a medio tiempo, sea cual sea el tempo. Y simplemente pensé que en éste haría muchas de las cosas más rápidas. Me encanta ese tema.

¿Cuánto tiempo pasaba desde que cambiabas el parche de la caja en el estudio?
No lo cambiaba. Además al igual que con los platos, se hicieron muy pocos cambios de caja en el estudio. De hecho, tuve unos cuantos parches de plástico, al principio, claro. Luego acabé con un parche de becerro al que por alguna razón le eché leche por encima, lo cual lo hizo más elástico. Alguien me dijo que la leche iba bien. Aquel parche me duró años y años. Está prácticamente en todos los temas de 1967 y 1968. En realidad tenía un agujero que rellené con chicle, ¡y todavía aguantaba! En los setenta, cuando pasaba mucho tiempo en Los Angeles había unos encuentros los domingos por la noche llamados "El Club de fans de Jim Keltner" y mi batería estuvo allí por un tiempo. Se hacía en diferentes estudios, normalmente en el Record Plant y todo el mundo pasaba por allí a tocar, incluyendo a Mick (Jagger). A propósito, Paul (McCartney) estuvo una noche. Cuando me levanté de la batería, la empezó a tocar y clavó una baqueta en el parche de la caja. Pero no le guardo rencor. En fin, aquel fue el final. De modo que no soy de los que cambian los parches continuamente. Y en Estados Unidos tengo buenos contactos, porque Jeff Chonis, mi técnico, es el mejor. Lo aprecio, lo adoro y quiero darle las gracias porque los técnicos de batería son muy importantes.

Tico Torres (de Bon Jovi): ¿Cuál fue tu época favorita con "El Grupo"?
Bueno, todas las épocas fueron geniales, desde el primer álbum que hicimos en doce horas, porque eran canciones que tocábamos en los clubes y en las giras, así que nos las sabíamos muy bien. Y luego, desde Rubber Soul (Capitol, 1965) hasta Revolver (Capitol, 1966) hubo una evolución, ya sabes. Y el White Album (The Beatles). Me encanta ese disco y Abbey Road con todas esas canciones cortas, porque los muchachos no acababan de escribirlas (risas), Polythene Pam, etc. Entonces yo tenía la batería de arce, que también he usado en mi disco Choose Love (Koch 2005), con todos los parches de becerro que le daban aquella profundidad. La llamo la batería Polythene Pam. En esos temas hay mucho mas trabajo de timbales del que yo hacía normalmente y eso es porque la profundidad del becerro es increíble.

Carmine Apicce (de Vanilla Fudge/Cactus): ¿Qué disposición de micrófonos y cuántos micrófonos usabas generalmente para tu batería en una grabación normal en 1967 y 1968?
Esa es una pregunta técnica muy difícil. La semana pasada estuve hablando con George Martin a propósito de esto. Le dije: "Me han enviado un montón de preguntas sobre micrófonos y sobre cuáles eran y en qué posición estaban" y me dijo, "Vaya, me he desecho de todo eso. No tengo idea". Así que yo tengo que estar de acuerdo con él.

G. Bissonette: Todas las grabaciones de The Beatles en directo que he oído tienen un pulso y un groove asombrosos. Me consta que todos tenían muchas dificultades para oírse los unos a los otros en el escenario. ¿Cómo conseguías sonar tan bien cuando era tan difícil oír a los demás?
Sí, era muy difícil oír lo que estaba pasando, especialmente cuando tocábamos en estadios. Después del "1, 2, 3, 4"observaba los pies de John, George o Paul, o incluso sus traseros para ver de que forma se movían. Era como si tocara principalmente por el lenguaje corporal. Y no podía hacer rellenos porque si dejaba de tocar la caja se quedaba en silencio. Todos en el grupo estuvimos de acuerdo, allí por 1965, en que ya estábamos hartos de aquello. Pensamos en entrar en el estudio y ver qué podíamos hacer y eso es lo que hicimos.

Simon Kirke (de Bad Company): ¿Cuáles son los tres temas que más te gustan de The Beatles por la batería?
Bueno, querido Simon, todo el mundo sabe que me encanta Rain. También me gustan mucho Get Back y Day Tripper. La verdad es que hay demasiadas canciones entre las que elegir. Todo el mundo habla sobre Come Together, que también es genial. Y como he mencionado antes, Polythene Pam. She Came in Through the Bathroom Window también es uno de mis favoritos

Hal Blaine: ¿Cuándo te diste cuenta de que la batería era para ti algo más que un hobby?
Cuando me pagaron (risas). Sí, Hal, cuando recibí mi primer sueldo de diez chelines ingleses, alrededor de un dólar y medio (risas).

¿Llegaste a recibir aquella batería enorme que yo diseñe para Ludwig y que George compró para ti?
Recibí aquella batería enorme que me compró George, gracias. Y con aquella batería, no sé, parecía como si hubiera cien tambores, pero probablemente solo había doce: "la gran batería de múltiples tambores de Hal Blaine". La montamos en el estudio con la intención de usarla pero cuando iba a hacer un relleno, miraba todos aquellos tambores y me desconcertaba porque no sabía cuál de ellos golpear. Y para entonces el relleno se había acabado, así que tuve que volver a desmontarla (risas). Pero gracias de todas formas.

Dino Danelli (de The Rascals): ¿Cuáles fueron tus experiencias más memorables como Beatle?
John, George y Paul.

Dennis Chambers: ¿Has vivido alguna experiencia embarazosa en el escenario o en el estudio?
En el escenario era embarazoso cuando te caías de la tarima, lo cual me ha pasado. Como sabes, yo tenía una grande y alta (risas). Y luego hubo una de esas ocasiones en que estábamos de gira con The Beatles, por América, y estábamos emocionados. Llevábamos tres días y tres noches sin dormir, y llegamos a una ciudad cuyo nombre no voy a decir, y Paul hizo la cuenta de entrada: "One , two, three, four..." y yo entré a paso de tortuga. No podía ir más rápido, gracias (risas).

Vinnie Colaiuta: ¿Estabas involucrado en aquellos asombrosos sonidos de batería incluyendo la clásica compresión?
Cuando descubrimos la compresión la usábamos en todas partes. Los platos sonaban genial comprimidos. En cuanto a los sonidos de batería, yo bajaba al estudio y golpeaba los tambores, y George Martin o los otros chicos se quedaban en el estudio escuchando. Luego entraba yo y retocaba todo a mi manera. Y eso es todo, la verdad.

¿Eres consciente de lo mucho que has influido en la batería en campos como el tempo, el pulso y los rellenos o en crear ese estilo y ese enfoque musical? ¿Era solo el resultado de "ser tú" y estar dentro de la música o influían mucho otros factores?
Creo que sólo trataba de ser yo. O sea, que no sabía hacerlo mejor para que funcionara. Hacía lo que hacía y eso es todo lo que puedo decir. Es un don que Dios me dio y hasta hoy me siento agradecido por él.

Kenny Aronoff (que toca con John Mellencamp): ¿Qué es lo que te influyó para crear uno de los mejores ritmos de la historia en la canción In My Life?
Creo que fue algo así como que intentaba hacer el patrón de Charles de Anna. Ya no sé nada más... Tengo la sensación, por lo poco que puedo recordar, de que fue así.

Clem Burke (de Blondie): ¿Es cierto que eres zurdo a medias? ¿Crees que tocar baterías para diestros ha contribuido a la singularidad de tu estilo?
Absolutamente. Yo nací zurdo pero mi abuela pensaba que ser diestro era mucho mejor, de modo que siempre estaba intentando cambiarme. Es muy extraño, porque escribo con la mano derecha, o si voy a cortar algo, uso la mano derecha, pero para jugar golf, críquet o para tirar dardos, soy zurdo. Creo que muchos de mis rellenos suenan extraños porque cuando empiezo un relleno tengo que ponerme en una postura en que pueda hacerlo con la mano izquierda, lo cual es siempre por debajo, tocando la caja, por supuesto, y la mano del Charles me molesta. Así que tengo que organizarme en un abrir y cerrar de ojos. De modo que estoy convencido de que eso hace que mi estilo sea un poco diferente.

¿Cuantas tomas se hicieron para el tema Helter Skelter? ¿Montaron la batería en un sitio diferente del estudio para grabar ese tema?
No sé de dónde sacaste esa pregunta pero tengo la extraña sensación de que la batería estaba en un sitio diferente. Estoy pensando que para Helter Skelter estaba montada más a la izquierda cuando bajas las escaleras de Abbey Road. Normalmente estaba montada más al centro derecha. Y no sé... creo que hicimos unas cinco tomas. No fueron muchas pero sé que yo tenía los dedos sangrando.

Chad Smith (de Red Hot Chili Peppers): ¿Por qué todos y cada uno de los temas de The Beatles suenan genial?
Porque yo estoy en ellos. (risas)

Liberty de Vitto (baterista de Billy Joel): ¿Eran espontáneos los rellenos de canciones como With a Little Help From My Friends, la intro de batería de dos compases de Hey Jude y Rain, o había mucha preparación en lo que tocabas?
Eran interpretaciones espontáneas. Todos mis rellenos son espontáneos. No puedo prepararlos, no puedo, no sé cómo empezar. Es simplemente un momento mágico. Yo solía decir que todos mis rellenos están vías de extinción. (risas) Como ya he dicho antes, creo que el arte de la batería está en los rellenos. Una buena lección para cualquier baterista nuevo es que ningún relleno tan importante como un relleno grande. Los vacíos son muy emotivos.

Ned Brower (de Rooney): ¿Alguna vez usas equipos Vintage o sigues usando un equipo moderno?
Es una buena pregunta porque como ya he dicho antes, en Choose Love saqué del retiro la batería de arce, la de los parches de becerro. Por supuesto, les puse parches de becerro nuevos, así que es posible que notes que hay más profundidad en los timbales y en el bombo. Fue muy emocionante volver a tocarla. Les recomendaba los parches de becerro a todos los bateristas para sus sesiones. Espero que a ustedes los alucinen igual que a mí. Es sencillamente increíble. Pero no lo olvides... yo soy vegetariano.


Fragmentos de "21 bateristas entrevistan a Ringo",
en Revista Bateria Total

sábado, 26 de enero de 2013

El asalto al escritorio


Es vasta la tradición que retrata a alguien con un libro entre las manos, ya sea leyendo o escribiendo sobre un escritorio. A las pinturas que abordan a San Jerónimo o San Ambrosio en el acto de lectura y que se vincula a la pintura de santos del barroco español o italiano, -o incluso con señas anteriores en el renacimiento, tal como lo muestra la obra de Antonello Da Messina- es posible agregar, con posterioridad, a pintores como Chardin y Courbet, por ejemplo, quienes entre el siglo XVIII y el siglo XIX, permiten delimitar las formalidades de este subgénero pictórico de “interiores” con una prestancia y maestría insuperables. Es de sumo interés advertir la manera en que la concepción del espacio interior se transforma: en las pinturas medievales tardías como en las del renacimiento y barroco, sobre todo las referidas a pinturas de santos, el fondo está configurado como la descripción de un espacio bastante delimitado en sus convenciones de sentido: una abadía, una iglesia, una biblioteca monacal. Representaciones que nos hacen pensar en lo sacral que encierra el acto de lectura y, por ende, el acto de la escritura, como verdaderas reminiscencias de la tradición sacerdotal pagana y sus servidores cultuales –augures, vestales, pontífices- especialmente educados para preservar e interpretar una serie de acciones y procedimientos ritualistas. Por otro lado, desde el renacimiento y, sobre todo, desde el barroco del norte de Europa de cuño protestante y de raigambre holandés y flamenco, hasta el neoclasicismo fundamentalmente francés, es posible apreciar la evolución profana del espacio interior hacia una concepción burguesa y ciudadana de la representación del acto de lectura: en estos casos, ya no estamos frente a un religioso o un santo ante un atril con folios y tintero, sino frente a un hombre identificable como burgués: su atuendo, sus utensilios de escritorio, la descripción de su entorno –una biblioteca, un estudio- . Pero a pesar de las diferencias sustanciales que pueden apreciarse en la transición de un estado a otro, sobrevive la idea o la concepción de la lectura como un acto que no es fortuito o casual: hay una obsequiosidad, una dedicación, una actitud, una cortesía para con el ejercicio de pasar los ojos encima de las palabras plasmadas en el papel que vuelven a este mismo acto, uno especial, plagado de una simbología vital e intelectual que quisiera dejar en claro el carácter numinoso del acceso, encuentro y uso del objeto libro y de las conductas casi ritualistas a él adyacentes.
El magistral ensayo de George Steiner, El lector infrecuente que aborda los diversos sentidos que posee la famosa pintura de Chardin Le Philosophe lisant  y las repercusiones tanto simbólicas como pragmáticas para con la manera que poseemos del entendimiento del acto de la lectura desde la época del pintor francés hasta nuestra propia época contemporánea, es en verdad uno de los más finos y penetrantes acercamientos a este espinudo asunto que cobra una más que perentoria actualidad.
        En distintos momentos de su escritura, Martín Cerda reflexiona sobre el significado que adquiere el ejercicio de lecto/escritura, enfocado principalmente en las condiciones materiales que lo posibilitan. Pero hay un instante capital que se vuelve la inflexión reflexiva decisiva respecto a la pertinencia de este ejercicio y que se halla signada por el descalabro histórico. Haciendo una verdadera fenomenología de tal ejercicio, nuestro ensayista establece una serie de coordenadas para vislumbrar el sentido de ese mismo acto, procedimiento tras el cual es posible inferir una justificación para sí mismo en tanto sujeto intelectual. Es relevante la siguiente observación incluida en las notas prologales a Escritorio (1987) y que permiten articular la configuración de una escena específica respecto a su manifestación epocal: “Cuando en noviembre de 1973, después de pensarlo y repensarlo repetidas veces, decidí continuar mi colaboración en Las Ultimas Noticias, lo hice echando mano al material acumulado por ese largo trabajo de escritorio para fijar expresamente una distancia con todo aquello que comenzaba a ocurrir en el país. Fue entonces cuando, retomando inicialmente un fragmento del precipitado texto de 1969, inicié la serie de notas que titulé Notas de mesa (…) con este título –advertía-, inicio ahora la publicación, sin orden ni propósitos previos, de una serie de apuntes que no son formalmente artículos de ocasión, ni tampoco miniaturas de crítica literaria, sino los trazos de un pensamiento sobre la literatura que, a la vez, forman parte de una literatura sobre el pensamiento. Todo lector atento –es decir, pensativo-, descubrirá en ellos, antes que un catastro de temas, un orden de problemas”
            En lo inmediato, Cerda nos recuerda la emergencia de tal actitud de un modo muy típico de él: en la oblicuidad de la cita. Ciertamente, esta estrategia para dar cuenta de su contexto y de las condiciones socio-históricas donde se desenvuelve su escritura fragmentaria es dable como un marco referencial en plena crisis. Nuestro ensayista refiere a la carta escrita por Nietzsche a Erwin Rodhe a comienzos de la guerra franco-prusiana de 1870: “De nuevo vamos a necesitar monasterios. Y nosotros seremos los primeros frates”.
            Sugestiva es la cita de la carta, como asimismo la declaración que hace nuestro autor para justificar su permanencia en Chile después del golpe de estado: negada o clausurada la posibilidad de articular en el espacio público de la opinión escrita, la reflexión mayor que requeriría la circunstancia histórica, esta misma revierte la negación, por medio de la violencia y la interrupción del sentido ejecutada en esa misma violencia, de todo aquello por lo que el intelectual y, en este caso, el ensayista, ha articulado como razón comunicativa, como forma organizada de intercambio dialógico. ¿Qué resta del espacio de escritura, si éste ya no es público? La cita de la carta de Nietzsche a Rodhe es la respuesta de Cerda a estas interrogantes.
          Es por ello que no deja de ser significativo lo que publica en Las Ultimas Noticias el 8 de noviembre de 1973 –texto recogido con posterioridad en las notas prologales del texto de 1987- : “La mesa es, pues, el punto desde el cual el escritor organiza el espacio ceremonial de la escritura, circunscribiéndolo como un orden laboral y, a la vez, proscribiendo de éste a todo aquello que, de un modo u otro, lo perturba o amenaza. La mesa es, pues, una reproducción doméstica de la arquitectura del mundo”.
         ¿Pero es posible salvaguardar la ritualidad ceremoniosa del ejercicio de lecto/escritura en una época de crisis?, ¿salvaguardar aquel ejercicio en el repliegue hacia lo íntimo, cuando el espacio público ha estallado en llamas? Cerda, como intelectual ilustrado, como lector de Sorel y Ortega, cree que sí. Pero es un sí a pesar de, no es un sí acomodaticio ni indiferente –“me alarma la general indiferencia ante la iniquidad”, declara en Escritorio-, es un sí planteado más bien como un desafío que no niega su cuota de escepticismo –ropaje elegante para una ética de la desesperación- y que para Cerda implica no transar con su propio espíritu crítico.
            Si la vida privada está hoy –señala en Escritorio- en crisis se debe, en todo caso, al hecho de que el espacio doméstico –es decir, la casa- se ha vuelto espectral: ha dejado de ser un oasis de intimidad en medio de la vida pública, para convertirse en un escenario más de los conflictos y contradicciones que hoy nos impone la sociedad fatal e irremediablemente, dejando al hombre a la intemperie, aunque se rodee de objetos, muros y sistemas de alarmas. De esta forma, en toda sociedad en crisis, en verdad, la mesa del escritor, como todo espacio privado, se encuentra envuelta en su vertiginoso torbellino.
         En una época de crisis, para el “hombre de escritorio” –efigie del ensayista sometido al intraexilio- la mesa en que trabaja no es el mero mueble en que realmente escribe. Para Cerda es más bien el espacio definido por el trabajo de escribir que se transforma en el rito diario, en el altar donde se entrecruza lo social y lo biográfico, el espacio donde se experiencian las mil variantes de la vida que conservan a duras penas su unidad perdida. En un apunte de 1985, Cerda reflexiona sobre esto: “(…) cuando ser “hombre de escritorio” se vuelve, para algunos, un objeto desdeñable, conviene recordar que esa mesa diseña siempre un horizonte, organiza un mundo y, finalmente, transmuta en un sistema coherente de signos el desorden de las angustias, obsesiones y fatigas de todos los otros hombres que con él conviven un mismo tramo de la sociedad en que viven”
        Sólo cuando el escritor imagina la insuficiencia o invalidez de la escritura –la angustia de cerrar el texto- es posible temer el asalto al escritorio. Su anulación.