domingo, 17 de junio de 2018

Narciso


 



 

Mi rostro no es mi rostro
cuando palpo en la mirada
lo que esa misma mirada difumina:
la soledad que va escrita
en cada intersticio de la llamada realidad;
esa grieta que mis manos
tocan con ceguera y sin sentido
como la repetición del odio
dibujado en cada gesto,
en la imaginación del goce
cuando viene la mudez
y es la incertidumbre de aquello
que soy más allá de la sorpresa.

Mi rostro no es mi rostro
sino el beso ceniciento de una palabra vacía,
una palabra que me fue musitada
cuando ignoraba mi propia niñez,
una palabra que emerge del olvido
y que nace de la afasia,
una palabra que traiciona mis lágrimas
cuando palpo en la mirada
lo que esa misma mirada difumina:
la opacidad de la piedra, mi nombre silenciado.

viernes, 8 de junio de 2018

Educación cortesana







En sus ojos hay hierba recién cortada,
sobre su cuerpo el sol es un temblor de plata.

Un cisne su sonrisa, sus piernas un bosque secreto.

Es propensa al viento y a lecturas de Blake;
su voz es una espingarda persa
que discurre sobre mitología sin dificultad.

Disfruta de la pintura de Gustav Klimt
y juega con dalias y ceibos en jardines de fábula
mientras dibuja pasillos donde habitan sus sueños.

Su corazón limita al sur con el invierno
pues sus labios no soportan el hielo.

Es diestra en griego y sánscrito
y siente un gusto desmedido por las fresas;
no comprende los aforismos de Kafka
pero quiere ser princesa y heredar todo el reino.

Sus pechos son flautas en un diván bizantino
que se extravían con los aires de otoño.

Conoce raíces que sólo druídas poseían para la belleza,
pero una gran tristeza llega a su silencio
cuando declina la tarde.

Su presencia es un puñal de oro envenenado
que se clava en mí, despacio, lentamente.