viernes, 8 de junio de 2018

Educación cortesana







En sus ojos hay hierba recién cortada,
sobre su cuerpo el sol es un temblor de plata.

Un cisne su sonrisa, sus piernas un bosque secreto.

Es propensa al viento y a lecturas de Blake;
su voz es una espingarda persa
que discurre sobre mitología sin dificultad.

Disfruta de la pintura de Gustav Klimt
y juega con dalias y ceibos en jardines de fábula
mientras dibuja pasillos donde habitan sus sueños.

Su corazón limita al sur con el invierno
pues sus labios no soportan el hielo.

Es diestra en griego y sánscrito
y siente un gusto desmedido por las fresas;
no comprende los aforismos de Kafka
pero quiere ser princesa y heredar todo el reino.

Sus pechos son flautas en un diván bizantino
que se extravían con los aires de otoño.

Conoce raíces que sólo druídas poseían para la belleza,
pero una gran tristeza llega a su silencio
cuando declina la tarde.

Su presencia es un puñal de oro envenenado
que se clava en mí, despacio, lentamente.

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