sábado, 10 de diciembre de 2016

Rompiente (poemas inéditos)


Rompiente




D’avoir touché cette pierre:
les lampes du monde tournent, l’éclairage secret circule

Yves Bonnefoy






I

Hablar a veces un idioma
que despierta vencido por el aire.

Y saberse en derrota
de labios sin palabras.





II

Afuera
el sol brillando
en el reflejo del día.

Tal vez el triunfo
de la transparencia muda.




III

El oleaje de la noche
busca en las piedras
el tacto del tiempo y su ramaje:

la evidencia del sol
que hace visible la negra claridad.




IV

El mar dividiéndose a sí mismo
en el flujo que escribe su propia ausencia:

olas que se abren
a la trama de su voz inacabable.




V

El gris del cielo en penitencia.

El aire que gotea esquirlas
de un sol sangrante.

La humedad de un cuerpo herido
por su propia desnudez.

El sombrío retumbar
de otro círculo cayendo.





VI

Contra el vacío de la tarde
la difusa música del sueño.




VII

Conocer
               perecer.
El soplo antiguo del cielo
con sus redes umbrías y rompientes.



VIII

Ningún nombre
en el vértigo del cuerpo.

Ninguna salida
en la sombra dilatada.

Sólo una extensión inocente de luz
en la sordera del aire.




IX

Agua adentro
el reflejo opalino del poema:

otro espejo sin huellas
que ensombrece labio y ojos.



X

La misma claridad
para el mismo presentimiento;
aves en la caverna del sol
cuando se calcina la mirada.



XI

Otras palabras
en el ramaje del viento
esculpen la ceniza de tus ojos:
un mediodía abierto
en la calma de lo inútil.




XII

Bajo el cielo de verano
olas horadan el viejo roquedal.

Reiteración descendente
que juega con sus símbolos de luz:

un ritmo que respira su propio acabamiento.




XIII

De pie en la sucesión
que gira impasible.

Ninguna respuesta
es reflejo a mis ojos.

En la lentitud de la noche
ningún silencio violenta al aire.



XIV

La luz define el pensamiento
en la sed transparente de la piedra.

Todo en ella crece
como hundimiento de nubes verdeoscuras.

Latido rocoso que respira y se responde.




XV

La sangre nupcial del atardecer;
ardor de tu materia indecible
que gira sin tregua en el jardín de piedra.

En ella la asfixia hace madurar
el vacío oscuro del cielo,
el alimento cruel de toda caída.


                                                     Quilpué, primavera de 2016.






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