Reseña sobre Arte de vivir: acercamientos críticos a la poesía de Pedro Lastra. Silvia Nagy-Zekmi; Luis Correa Díaz (eds), Ed DIBAM; Archivo del Escritor- Biblioteca Nacional; RiL Editores, Santiago, 2006. [1]
Al inicio de Tolstoi or Dostoevsky. An Essay in the Old Criticism, George Steiner hace una aseveración a todas luces desafiante y que sitúa de modo adecuado cualquier disquisición crítica que se precie de ser más que una mera ocasión de vanidad: pues que toda crítica literaria debería surgir de una deuda de amor. Y es que el intento de persuasión que nos impele a transmitir a otros la calidad y la fuerza de nuestra experiencia lectora se traduce en convencerlos de que se abran a ella con la prontitud más penetrante, con el requerimiento más solícito y atento. De ese modo, el ejercicio de la lectura es, en verdad, un acto de agradecimiento, un acto de apreciación que nace de la pausa necesaria a la hora de sopesar valores, calidades y cualidades de una obra.
Esta es la impresión primeriza que se desprende después de recorrer las páginas de este libro que reúne diversos textos en torno a la poesía y figura de Pedro Lastra. Libro cuidadosamente editado por la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Ministerio de Educación de Chile), el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional y RIL editores y a cargo de los críticos y académicos Silvia Nagy- Zekmi (Villanova University) y Luis Correa Díaz (University of Georgia); volumen que, sin duda, está llamado a convertirse en un punto de referencia ineludible a la hora de rastrear no sólo las impresiones, lecturas, críticas y apologías de la obra de un poeta singular en la geografía poética de Chile, América Latina y, en definitiva, del idioma, sino que además entrega un testimonio de primera mano vertido en entrevistas, discursos y textos varios acerca del quehacer literario del autor.
El libro se organiza en cuatro grandes apartados que reúnen todo este ingente material de la más variada índole.
Tenemos en primer término un conjunto de ensayos y acercamientos críticos en torno, principalmente, a la poesía de Lastra, ensayos y acercamientos que indagan con densidad variable sus características formales, su tensión escritural, su organización temática –la memoria, la reescritura, el exilio, etc- y que nos dejan entrever a un autor en plena posesión de sus aptitudes retóricas, en un sabio decantamiento de sus usos de lenguaje, redundando todo ello en el peculiar sitio que es posible vislumbrar que ocupa en el desenvolvimiento de la poesía escrita no sólo en Chile, sino en el continente. Ese sitio o lugar, viene a nuestro modo de ver, caracterizado con destreza y singular penetración analítica, sobre todo con el primer ensayo y con el que se abre esta colección: Las estrategias del silencio: Pedro Lastra y la postvanguardia chilena, ensayo del venezolano Miguel Gomes. En este texto es posible hallar una contextualización adecuada y definitoria de la poesía de Lastra, su trama estratégica al interior de un siglo XX ya asumido como histórico y que permite apreciar con detalle la articulación de una poética que ha hecho del silencio y de la conciencia escrituraria, dos de sus pilares fundamentales a través de más de cuatro décadas. El modo que esta poesía, en diálogo con la de pares generacionales como la de Lihn y Hahn, como asimismo, admirativa y distante con los proyectos fundacionales de nuestra modernidad poética –Neruda, Huidobro, De Rokha- moviliza su manera de entender su propia particularidad retórica, cosa ésta que evidencia uno de sus logros mayores, logros que encarnan en el peculiar rescate de una subjetividad que se ve a sí misma exiliada, dudosa del devenir histórico, pero no menos atenta a sus posibilidades de transformación, descreyendo en su aparente tono menor, de cualquier titanismo redentorista en pos de una lucidez y cautela ambas nacidas de una precisa y siempre refrescante erudición la que se convierte en un constante ejercicio analítico del pasado (memoria alerta y conocedora de sus bondades y limitaciones) y, al mismo tiempo, en un ejercicio necesario de navegación por el presente –actos estos que para esta poesía son arte de vivir y de lectura, donde el primero se hace aconsejar del segundo, y viceversa. Los demás ensayos críticos –de Oscar Sarmiento, Patricia Vilches, Martha Canfield, Juan José Daneri, Luis A. Jiménez, William Thomas Little, Elizabeth Monasterios, María Luisa Fischer y Marcelo Pellegrini– abordan una variedad aleccionadora de aspectos sobre la poética y metapoética lastrianas.
El segundo apartado reúne un misceláneo conjunto de textos: discursos, prólogos y documentos varios. Lo interesante de este variopinto grupo de escritos es la dedicación, ya no analítica –como en el primer apartado-, sino más bien admirativa y apreciativa y en ocasiones hasta testimonial –como lo muestra el texto de Rigas Kapatos- acerca de la poesía y la figura de Lastra. En este tipo de textos es posible advertir a cabalidad el moto de la amistad en el más amplio y noble sentido del término, es decir, somos invitados a apreciar una escritura diáfana, cómplice y ceremonial –y no menos rigurosa en su planteamiento de lucidez crítica- llevada a cabo por un grupo envidiable de lectores: Gonzalo Rojas, Enrique Lihn, Carlos Germán Belli, Oscar Hahn, Armando Romero, Guillermo Mariaca Iturri y Antonio García-Lozada. Así, la poesía de Pedro Lastra recoge el eco de sus pares creadores. Porque con este tipo de gesto –y de la lectura de los poemas mismos de Lastra- creo que se rompe o al menos se fractura ese acomodaticio dictamen que encasilla, según el cariz profesional, al escritor: o poeta o crítico, pero no las dos cosas a la vez. En ese sentido, Lastra – a semejanza de Yurkievich y Sucre por mencionar dos ejemplos conspicuos a nivel continental- rompe el cerco: poeta y crítico mostrando de aquella manera el cariz lector de su oficio y su estatura intelectual.
En tercer término, el libro reúne algunas entrevistas a Pedro Lastra de distinta data y lugar, entregando al lector el testimonio no sólo de la intrahistoria de un autor, sino también de su contexto epocal, en directa apelación a su saber memorístico, como a su vez, la muestra insuperable para su cordialidad dialógica, la versatilidad de sus puntos vista y el singular entendimiento del que se nos hace partícipes al escrutar la génesis de su escritura y de otras, de las muchas que sabe y comparte. En estas entrevistas (con Sergio Rodríguez, Francisco Véjar, Francisco José Cruz), sobre todo, a nuestro parecer, la realizada por Marcelo Pellegrini, pueden advertirse las sutilezas de la memoria, la concatenación de los hechos y el discurrir de una subjetividad que se mueve por igual entre libros, lugares y amigos.
La cuarta parte y final del libro la constituyen dos secciones: por un lado el ensayo de Lastra titulado Poesía y exilio y por otro una “crónica fotográfica”. El ensayo es un recuento breve y emocionado de este tema tan caro a Lastra y que se cobija en la enumeración y glosa de versos de varios poetas que han dado cuenta del exilio: desde el anónimo autor del Cantar de Mio Cid, hasta la presencia cercana de Oscar Hahn. En tan esclarecedor e intenso recorrido, exploramos los recovecos que son propios de la ontología de la ausencia, los fantasmas presentes y distantes, cercanos y sombríos que han habitado y habitan muchas páginas de poetas de ayer y hoy. Su propia obra poética ha tenido la impronta de ese sello claroscuro que palpita en la condición humana. Tal vez el puñado de fotografías que cierran el volumen den cuenta, de otra manera, de aquel intento de asir nuestra presencia desterrada en el mundo, un anhelo sosegado de capturar lo que ya ha sido: imágenes asociadas a figuras queridas, a gestos públicos y familiares, cotidianos o formales, y que completan un círculo que nos deja meditabundos al percatarnos de la hondura que encierra la obra de un poeta como Lastra.
[1] Reseña publicada originalmente en Revista de crítica literaria latinoamericana n° 67, Lima-Hanover, 1° semestre de 2008.
No hay comentarios:
Publicar un comentario