Perteneciente a
la misma generación de Guillaume Apollinaire (1880-1918) y Pierre Reverdy
(1889-1960), el caso del poeta Pierre Jean Jouve es singular: a los 16 años,
enfermo y al borde de la muerte, el descubrimiento de la poesía de Mallarmé
marcaría con una impronta indeleble su voluntad para vivir. Entregado a su
lectura apasionada, renuncia a seguir una carrera como músico y hace de la
poesía su fervor permanente. En él se cumple la intensa tensión entre el
descubrimiento mágico de un rico mundo interior, de cariz íntimo y soñador y el
deseo de comunicarse con los demás seres humanos en la pretensión utópica de
una comunidad de seres libres, iguales y plenos. En la estela del conde de
Lautremont –otra de sus adoraciones juveniles que le costó su alejamiento de
los surrealistas al negarse a la interpretación unilateral que éstos hacían del
vate de Los Cantos de Maldoror- Jouve
anhela que la poesía sea hecha por todos, pues ve en ella un instinto de
participación único y universal, un derrotero a seguir y un destino por asumir.
Una “poesía humana” que fuera capaz de hacerse cargo de los más laberínticos
rincones de la existencia y en donde nada fuera desdeñable, donde tanto la
belleza del mundo como el horror de las cosas, tendrían cabida en un modo de entender
el lenguaje y la poesía como un receptáculo mayor y transformativo de la
experiencia, haciendo del vivir poético
la más alta y noble experiencia.
Movilizado al
estallar la Primera Guerra
Mundial en 1914, Jouve se desempeñará como camillero y enfermero en esos años
terribles, solidarizando con el dolor de los soldados heridos y entregando su
tiempo y su salud a intentar paliar el sufrimiento insoportable de aquella
época decisiva. Al final de la contienda, el poeta está enfermo a raíz de las
diversas enfermedades que ha contraído de los desdichados soldados a los cuales
ayudaba más allá de sus tareas formales.
Así, la dura
experiencia de la guerra, como asimismo el descubrimiento abismante del
psicoanálisis, lleva a Jouve a percatarse que la existencia humana es vasta,
insondable y con espacios interiores ignotos que al parecer sólo la poesía
puede sacar a flote y expresar. A primera vista, un poeta como él, sentiría una
cercanía muy grande con el surrealismo que en el periodo de entre guerras
sacudiría la escena cultural y literaria occidental. Pero la actitud de Jouve
también en este caso es singular: rehúsa aceptar la noción de azar y de
escritura automática, tan cara a Bretón
y su grupo y, más bien, apuesta a considerar a la poesía como animada de un
soplo profético con una visión totalizante de lo real que hace de la palabra un
permanente “canto de reconocimiento al vasto mundo”. De aquella manera la poesía
de Jouve se dirige “al íntimo corazón en abismos aun más numerosos”: el deseo,
la culpa, la angustiada esperanza, la muerte, la distancia del prójimo, las
zozobras del cuerpo y las miserias de la inteligencia: estos son algunos de
esos abismos irresistibles. Abismos en que muchos han querido ver una profunda
sensibilidad religiosa, un “temor y temblor” ante lo enigmático y arrebatador
de la existencia. Sin la lógica implacable y a veces dogmática de un Claudel,
la poesía de Jouve se nutre de Baudelaire y, sobre todo, de la lectura de los
místicos y religiosos –San Juan de la
Cruz , San Francisco de Asís, Santa Teresa de Avila-,
impresiones y maneras que le permiten asumir el trabajo del poeta como una
ascesis en pos de una ascensión redentora. “Yo no hubiera escrito jamás una
línea —anotó en su Diario— si no creyera en el rol santificador del arte.”
Es en ese
misterio que se manifiesta en lo “terrible”, en lo “numinoso” en que Jouve vio las
turbadoras revelaciones del mundo inconsciente como una especie de confirmación
respecto al cariz oculto de la verdadera dimensión del hombre y en que es
posible advertir una realidad todavía por venir y donde la poesía debiese
trabajar a favor de su advenimiento. Testigo de una época turbulenta que tiene
como telón de fondo, dos guerras mundiales, Jouve escribe afirmando la idea de
que al arte le corresponde hacer la luz sobre las realidades inconscientes y,
por eso mismo, al poeta, al artista, le toca ser el animador de la más profunda
transformación humana. Así pues, el arte debía buscar su legitimidad y su
sustento en los abismos pulsionales, en el reconocimiento de que la miseria del
hombre está sin embargo traspasada de un impulso redentor y que el trabajo del
poeta debía orientar aquel impulso. Para una poesía en la que el estilo es el
destino, el poeta buscó una escritura que pudiera reproducir los ritmos del
inconsciente pero que no fuera la “escritura automática” que habían ensayado
los surrealistas. De aquel modo, su audaz uso del versolibrismo, arraigado en
ritmos amplios y oceánicos, que evocan versículos proféticos y alucinantes, le
da a su poesía un tono único, carente de grandilocuencia vana y cercano a esas
hondas y misteriosas composiciones religiosas de Olivier Messiaen como Turangalila o a la pintura final de
Henri Matisse, aquella que resguarda la pequeña capilla de Saint-Marie du
Rosaire en Vence. Casi un desconocido para nosotros, Pierre Jean Jouve, fallece
en París en 1976.
*
Tú que bien conoces el acto de
llorar
Comprometido en las confusiones
del mental dolor
“En medio del camino de tu vida
te has encontrado entre la selva oscura”
Hijo mío no obstante feliz
Yo te traigo la paz
La paz que tu alma inexplorada
contiene profundidad del mar
Las calmas
No turbadas por obsesión de
muerte ni siquiera rosadas
Y las alegrías que se van hacia
el fin de ti mismo
Allá donde es cantada tu
alabanza
Y se elevan en paisajes de vida y
de calor
Conmigo tu Dios el que habla en
lo interior de cada ser
Soy tu Palabra Santa tu
Dicha.
Magia
Tú eres mi dolor mi miedo mi
amor
Oh imaginación
Eres tú mi verdugo oh libro en el
que yo traduje
Montaña río pájaro
Mi miseria eres tú oh
confesión.
Así hablaba el poeta
decaído
Desgarrando su libro en el medio
de ciudades humanas
Pero su otra voz colmada de un
murmullo de sauces
Respondiole
Oh desgraciado libro oh poema
fallido
Error error siempre será de aquel
que aún no logró hacerlo.
Oh tú mi último bastión mi
fortaleza
Contra el ejército de
infieles
Afuera sólo hay ruinas y adentro
tú mi lugar mi sagrado recinto.
¿Habría el Demonio errado de
verdad en todo lo que quiso?
Y qué es aquello que el
Demonio quiere—
Un libro
Respondía su voz a la que un
antiguo ciprés solar iluminaba,
El tuyo el mío o el otro,
Los que fueron escritos por
dictado.
Y los pájaros cantaron muchas
veces en el cielo.
Y he aquí que el poeta otra
vez esclarecido
Recogió los fragmentos del libro,
se hizo ciego de nuevo e invisible
Se quedó sin familia, escribió la
palabra la primera palabra del libro.
Ensueño
Un instante recuerda ese sol de
juventud
Aquél que en tus diez años
esplendía
Asombro tú te acuerdas del sol de
juventud
Si fijas bien los ojos
Si los entrecierras
Todavía podrías percibirlo
Era rosado
Se enseñoreaba de la mitad del
cielo
Entonces tú podías mirarlo cara a
cara
Asombro pero qué era tan natural
Tenía ese color
Tenía esa danza ese deseo
Tenía ese calor
Una facilidad extraordinaria
Te amaba
Todo aquello que a veces en medio
de tu edad y andando
sobre el tren en la mañana a lo
largo de los bosques
Creíste imaginar
Dentro de ti
Es en el corazón donde persisten
los antiguos soles
Puesto que allá él no ha cambiado
mira ese sol allá
Pues sí él está allá
Yo he vivido he reinado
Yo he brillado por un sol así de
grande
Ay él está muerto
Ay él ha jamás
Estado
Oh este sol te dices
Y sin embargo tu juventud fue
desdichada
No es necesario tener el reino de
Jerusalén
Cada vida se interroga
Cada vida se cuestiona
Y cada vida espera
Cada hombre hace de nuevo el viaje todo es limitado cómo ver más
Pero nosotros hemos inventado las
máquinas
Ellas llegaron quebrantando todo perforando el viejo suelo poblando este viejo aire
Ondas rayos ejes brillantes
He aquí que mi poder se hizo
terrible
Terrible también se ha hecho mi
inquietud
Soy inestable
No me estoy quieto
Busco me transformo
No tengo ya mi verdadera edad me
entretengo con todo
Pero mi Dios la antigua guerra ha
regresado ella poco cambió
La sangre humana tiene apenas un
modo de correr
La muerte tiene apenas un paso el
mismo paso con el que siempre viene hacia mí
Su máscara ha acaso variado es
ahora la cera
El espacio es ahora más breve es
que mi alma es más nueva
Yo no digo mejor
Yo no osaría
Nos mantenemos lejos de la maceración de la resignación
pero
El gran culpable sigue siendo
nuestro placer
Puesto que la desgracia tendrá
necesidad de justificación
la desgracia es el
suelo donde nuestra ciudad se ha levantado
Alegría pureza
No te aproximes
Es a propósito de nuestra alegría
Que nuestra vanidad se muestra
lamentable
Tan apurados vamos
Tan viejo es nuestro escrúpulo
Sí es con nuestra alegría que
temblamos
Hijo degenerado
Entretanto el espíritu suspenso
sobre la pesadumbre universal
Ha dicho vosotros tenéis vuestros
sentidos haced que ellos os procuren vuestro goce
Y esto es amargo
Más amargo
Y esto de algún modo en la
amargura se acelera
Para nosotros
Juez eterno
De qué poderes goza la estupidez
las estrellas
para la estupidez alumbran
La luz le va tan bien los grandes
trenes la llevan por doquier
Todas las ciudades son sus
asambleas sus placeres
Y el domingo uno ve sus alegrías
de familia
Después de la guerra qué
glorificación
Del desorden de la liviandad
Todo el mundo está bien vive
mejor
Qué grandeza acordada al boxeador
El poeta
Habita aún el quinto piso sufre
de viejas hambres
Contempla su muerte futura
quisiera ser eterno
No creáis sin embargo que ama la
muerte como antaño
El poeta interroga
Va a tientas
Suspira delira
Y la vida piensa sería
verdaderamente maravillosa si
El asunto más grande es el morir y de eso no sabemos una sola palabra
Aquellos que han pasado no
vuelven ya a pasar
Pero yo lo confieso vivo sin
inquietud
Ya no creo en aquéllos
Sin comprender los anulo aquéllos
están muertos
Oh silencio
Complicidad
Acaso la muerte no sea un asunto
en absoluto
acaso la muerte nada signifique
O por el contrario
Todo tal vez existe para esta
sola muerte
para este gran portal este dichoso puerto
Donde entrará el navío
Pero no puesto que en la dicha yo
no creo yo no creo en la muerte
En el fondo de mí os lo confieso
sé que soy inmortal
estoy seguro
Vanidad esencial
Joven yo amaba el tiempo
Joven no soportaba yo ser el más
joven
Amaba la gramínea cuando de
granos se cargaban los
árboles cuando ellos se extendían como música
Joven amaba a los viejos
Ahora me inclino con mi sombra
sobre la otra ladera
aquella que desciende
Yo ya no sé tantos tiempos he
probado
Quizá con la vejez vendrá la
calma
Cuánto el hombre desprecia esta boca que adora
Pero él encontró el éxtasis él
sin cesar persigue su éxtasis
Vitalidad
El sin cesar pide el olor pide el
sabor pide el color
de cuerpos femeninos
Su elasticidad
Su mentira
Lo que en su nacarada carne
castamente se ríe de la muerte
Y luego
Vendrá esa tristeza
Que él reconoce
Cuánto hemos buscado —milagros nosotros somos milagros
Nada
Este mundo era recto infinito
helo curvo provocando
el deslizamiento del uno sobre el otro
La visión del hombre es cada vez
más grande
mas a su espalda hay menos cosas cada vez
El pensamiento es flaco débil
inútil una estela brumosa
como la Vía Láctea
Mientras el mundo es material es
extenso es espantoso
es verdadero como el muro del infierno
El pensamiento sonríe porque
acaso va a morir
Estas estrellas contrarias
Ésta que alumbra el fuego y
aquélla iluminada por el fuego
El que da y la que solicita la
acción y el misterio
Éste que impulsa y aquella que
incuba están presentes
siempre a toda hora
El Enviado y la Cazada circulan en el
ovoide espacio azul
Pronto enlazados
Ellos forman una larga canción
con agudos y graves
Caídas siempre siempre primaveras
Ellos vuelven a partir como
llegaron
Siempre la curva que toma forma
de ola los agudos y graves
He aquí todo
Y el borde del mar el crecimiento
del follaje
la terrestre fanfarria de los montes
No tengáis miedo de vuestra
tristeza ella es la mía
Es la nuestra es la suya
Oh grandeza
No tengáis miedo la paz hela aquí
la vida la vida es admirable
La vida es vana
La vida es admirable la vida es
admirable vana
que buena
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