martes, 15 de febrero de 2011

Neuen Musik

Para el melómano promedio o el mero aficionado –en Chile al menos-, la gran tradición de la música clásica llega, a marchas forzadas, hasta digamos, el primer tercio del siglo XX. Pareciera ser que tras los nombres de Gustav Mahler, Richard Strauss, Maurice Ravel o Claude Debussy, se levantara una barrera casi infranqueable, atravesada a penas, de tarde en vez por Arnold Schönberg, Igor Stravisnky o Bela Bártok. Ni qué decir sobre la rutinaria programación de conciertos tanto en Valparaíso, Santiago o Concepción, en ese ámbito, salvo rarísimas excepciones, nos quedamos en pleno siglo XIX, donde las pieces de resistence son Mozart, Beethoven y Bach, amén de alguna que otra obra de algún compositor como Schumann o Fauré. Pero fuera de eso, ya interpretar a Mahler, ni qué digamos a Bruckner o hasta Brahms resulta escaso, raro y hasta excéntrico.
En este panorama no deseo hacer mención al trabajo casi esotérico que llevan cabo las Escuelas de Música de distintas universidades –como la U Católica de Valparaíso o la U Católica de Chile o la U de Chile- que si bien han logrado articular una serie de eventos de valor propio –recitales, festivales de música contemporánea, conciertos al interior de sus propias aulas-, salvo algunos curiosos muy puntuales, su público se nutre fundamentalmente de especialistas: estudiantes de música de pre y postgrado, intérpretes, docentes, algunos amigos y los siempre bien ponderados familiares. Sin embrago, la distancia sideral existente entre esas manifestaciones y el convencional mundo de conciertos no es ápice para quienes, como yo, melómano y aficionado, buscan explorar nuevas sonoridades y descubrir tendencias, nombres y obras. En ese sentido, el trabajo de Radio Beethoven con su programa Siglo XX ha sido primordial y formativo, pues ha ayudado a levantar una red de auditores nunca satisfechos con la rutina musical que el medio chileno ofrece, manteniendo despierta una curiosidad fundada no sólo en el placer, sino en el conocimiento.
Así las cosas, sería muy ingenuo pensar que la música acaba en las postrimerías del siglo XIX. Y aún más, tampoco en la primera mitad del siglo XX, donde los nombres de Stravisnky y Schönberg son hitos significativos, algo así como las columnas de Hércules tras las cuales, no es posible adentrarse, pues literalmente uno sucumbiría ante un océano plagado de entidades desconocidas y voraces. Para nuestra rutinaria experiencia musical chilena, eso es evidente. Para mí –y sé que para varios-, absolutamente no. De aquel modo después de finalizada la Segunda Guerra Mundial -digamos a partir de 1945- tanto en Europa como en Estados Unidos, ha venido un despliegue inusitado de tendencias, corrientes y concepciones musicales que van por ejemplo desde la Escuela de Darmstadt y el Serialismo Integral hasta el Poliestilismo, las diversas versiones de música minimalista, concreta y electrónica como también la Die neue Einfachheit (la Nueva Simplicidad) y el Espectralismo francés. Si a todo eso agregamos el conocimiento paulatino que en Occidente desde la caída del Muro de Berlín y el Bloque Soviético a fines de los años 80, se ha tenido de una serie de compositores rusos, letones, estonios, lituanos, bielorrusos, polacos y finlandeses que eran totalmente desconocidos o ignorados para las principales corrientes centroeuropeas, tenemos entonces un variadísimo paisaje, lleno de vida, contrastes y concepciones musicales divergentes y complementarias que vuelven muy estimulantes la curiosidad y el afán de conocer. Aunque, de todos modos, nadie garantiza no perderse en el vértigo que implica adentrarse en esta casi infinidad de universos sonoros, cuál de ellos más fascinante y complejo, cargados de diversas densidades emotivas como intelectuales.
En esta oportunidad quisiera detenerme muy brevemente en Wolfgang Rihm, músico alemán nacido en 1952, cuya obra musical se le suele afiliar a la denominada Die neue Einfachheit (la Nueva Simplicidad) y que es, hoy por hoy, uno de los más importantes compositores alemanes vivos con una obra que ha obtenido importantes galardones y reconocimiento en diversas salas de concierto, tanto en Alemania como en Europa y Estados Unidos.
Rihm finalizó su formación y estudios de teoría musical y composición en 1972, dos años antes de que el estreno de su primer trabajo Morphonie en el Festival de Donaueschingen de 1974 diera un impulso a su carrera como figura prominente de la nueva escena musical europea. La obra temprana de Rihm, que combina técnicas compositivas contemporáneas con la volatilidad emocional de Mahler y del periodo expresionista de Schönberg, fue considerada por muchos como una rebelión contra la generación vanguardista de Boulez, Stockhausen y otros, y le proporcionó un buen número de comisiones de obras en los años siguientes. En la actualidad desde fines de los años 90, sus trabajos continúan explorando el terreno expresionista, si bien la influencia de Luigi Nono, Helmut Lachenmann y Morton Feldman, entre otros, ha afectado significativamente su estilo.
Rihm es un compositor extremadamente prolífico, con cientos de composiciones, la mayor parte de las cuales aún no ha sido grabada comercialmente. Nunca considera una obra finalizada como la última palabra de una línea de trabajo musical— a modo de ejemplo, su obra orquestal Ins Offene... (1990) fue reescrita completamente en 1992 y posteriormente usada como base para su concierto para piano Sphere (1994), antes de que la parte de piano de Sphere fuese retomada a su vez para la obra para piano solo Nachstudie (también de 1994). Otros trabajos importantes de este autor incluyen doce cuartetos de cuerdas, las óperas Die Hamletmaschine (1983-1986, con textos de Heiner Müller) y Die Eroberung von Mexico (1987-1991, basada en textos de Antonin Artaud), más de veinte ciclos de canciones, el oratorio Deus Passus (1996), la pieza para orquesta de cámara Jagden und Formen (1995-2001) y una serie de trabajos orquestales publicados bajo el título Vers une symphonie fleuve.
Rihm ostenta en la actualidad el cargo de Jefe del Instituto de Música Moderna del Conservatorio de Karlsruhe y ha sido compositor residente de los festivales de Lucerna y Salzburgo. En el marco del Festival de Salzburgo 2010 se estrenó su ópera Dionysus.
En algunas páginas web en inglés y alemán como asimismo en Youtube es posible hallar una información más pormenorizada de este compositor y su música. Demás está decir que la interpretación de su música acá en Chile que yo sepa, es inexistente. Aún más, CDs con sus grabaciones son escasas en nuestras casas comerciales, pero si se tiene persistencia y paciencia, es posible solicitarlas al extranjero en la excelente –y barata- página británica http://www.prestoclassical.com/ (un dato inestimable de mi amigo el poeta y ensayista Armando Roa)
Como Rihm, hay una serie de compositores reveladores que son capaces de abrir un mundo sonoro inusitado y fascinante. Pienso, entre otros, en los estonios Eduard Tubin (1905-1982) y Erkki-Sven Tüür (1959), en el ruso-alemán Alfred Schnittke (1934-1998) o en los finlandeses Aulis Sallinen (1935) y Joonas Kokkonen (1921-1996)
Como lo he manifestado en otros posteos –cosa que ya parece una cantinela- poco a poco iré subiendo algunas notas y observaciones sobre estos y otros compositores que he ido  conociendo. Asimismo veré si subo también algo de música de ellos, tal como lo he hecho con Rihm.

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